lunes, mayo 05, 2008

Rainbow



El día estaba soleado, y bastante despejado para estar ya en otoño. Parecía una mañana de verano cualquiera. La iglesia de San Pedro se encontraba frente a èl, imponente aún más desde su restauración. El templo le recordaba épocas de niñez, cuando vivía en el Centro de Lima. Y, porque no?, tenía un tiempo aún para entrar; aunque fuese sólo un ratito.

La Semana Santa había pasado no hacía mucho, y aunque no era precisamente religioso, extrañaba el no haber acudido a ningún rito ese año cómo lo hacìa cuando niño. Así que se decidió mientras atravesaba el jirón Azangaro e ingresaba al atrio enrejado. Miró los altos portones de madera al cruzarlos y entró a la iglesia justo en el momento de la comunión. Se santiguó y sintió algo raro en su interior. Eran los ritos de su infancia, pero la religión había dejado de importarle luego que se dió cuenta de muchas cosas que de niño no tenían mayor importancia. Cómo que la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana rechazaba la homosexualidad. Eso entre otras cosas. Y desde allí nada fué igual, hasta que simplemente se alejó.

Pero ahora estaba allí. Se sentía una extraña paz dentro, que en su agitada vida actual necesitaba; una paz que sólo se percibe en la mayoría de los templos. Miró hacia el techo. Un gigantesca y hermosa pantalla de cristal colgaba, y parecia que la habían limpiado recientemente, pues los cristales relucían con vívidos reflejos cómo estrellas al ser traspasados por un rayo de sol que caía a través de los ventanales.

Y entonces las vió. El reflejo del cristal formaba los colores del arcoiris en una de las paredes del templo, varias pequeñas banderas rainbow, el símbolo del orgullo gay, danzaban frente a sus ojos, cómo diciendole "sí, también aquí, porque no?.Tú también eres bienvenido". El sacerdote se dejó escuchar desde el fondo..."Dèmosnos fraternalmente la paz...".Y por alguna razón extraña se le humedecieron los ojos y agradeció en silencio con la oración que aprendió de niño. La oración que el sacerdote repetía desde el púlpito. "Padre nuestro que estás en los cielos...". Se persignó de vuelta y dejó el templo.

Caminó lentamente hacia su paradero en la Avenida Abancay y tomó un microbús. A todo volúmen escuchó en los parlantes la letra de esta salsa " No se puede corregir a la naturaleza...árbol que nace doblado jamás nadie lo endereza...". Sonrió. Y el microbús partió...

Lorenzo Amado

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